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“El método de análisis”, recuerda Bárbara Buchner, directora de Iniciativas Políticas Climáticas de Venecia, remarcando cómo la actividad agrícola es responsable de la producción de gases contaminantes en un promedio del 33% del total de las emisiones anuales en el mundo, “ha sido el del análisis del ciclo de vida de toda la cadena: extracción, cultivo, tratamiento de las materias primas, fabricación, confección, transporte, distribución, uso, reciclado y desechado final. De este modo se pueden analizar los impactos de dos tipos de dietas hoy más importantes: un individuo que se nutre siguiendo la dieta norteamericana (consumo preferentemente de carne, dulces y alimentos con un elevado contenido de azúcar y grasas) tiene cada día una impronta ecológica de 26,8 metros cuadrados y emite en la atmósfera 5,4kg de CO2. Quien se nutre según la dieta mediterránea (preferentemente carbohidratos, fruta y verdura) tiene cotidianamente una impronta ecológica de 12,3 metros cuadrados y emite en la atmósfera cerca de 2,2 kg de CO2. |
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Desde el punto de vista nutricional, subraya Camillo Ricordi de la Universidad de Miami, “no hay duda de que el modelo alimentario mediterráneo está entre los más coherentes en el cuadro de una práctica alimentaria orientada a la prevención de enfermedades ligadas a estilos incorrectos (un euro invertido en prevención es en efecto cerca de tres euros ahorrados en tratamientos contra enfermedades), pero no es necesario demonizar ningún alimento en particular. Se trata sólo de limitar los componentes nutricionales menos sanos”. |
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Pero es en el frente del análisis del impacto ambiental de la alimentación que se unen confirmaciones y peligros. Mathis Wackernagel, presidente y fundador de Global Footprint Network, pone el acento sobre la relación entre consumo de los recursos del planeta y biocapacidad, es |
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