“Elegir cada día una alimentación equilibrada desde el punto de vista nutricional es importante para nuestra salud, pero también para salvaguardia del ambiente. En efecto, las elecciones alimentarias son responsables del 25% del impacto ambiental de cada persona”. Con estas palabras comienza el Manifiesto para una alimentación sostenible lanzado por Barilla Center para la alimentación y nutrición, en ocasión del encuentro organizado en Milán a fines de junio, durante el cual fue presentada la Doble pirámide alimentaria y ambiental que concilia una cultura alimentaria sana con la tutela y la salvaguardia del ambiente.

Si verdaderamente la pirámide alimentaria representa una síntesis de los principales conocimientos adquiridos a partir de los años setenta por la medicina y por los estudios sobre alimentación, y se presenta como un potente instrumento de educación del consumo, la novedad consiste en la pirámide ambiental que tiene una forma invertida con respecto a la primera. En efecto, en la pirámide alimentaria hay una disposición de escalera de varios alimentos en base a su relevancia en la alimentación cotidiana, a su contenido de nutrientes y a la

 

frecuencia con la cual tenemos que consumirlos para preservar la salud y el bienestar, sugiriendo un consumo decreciente de ellos desde la base hasta el vértice. En cambio, la pirámide ambiental posiciona los alimentos en función de la estimación de los impactos ambientales asociados a cada alimento en particular sobre la base de tres indicadores: el Carbon Footprint, es decir las emisiones medidas en un equivalente de CO2, el Water Footprint, que cuantifica el consumo y la modalidad de utilización de los recursos hídricos y es medido en volumen de agua, y el Ecologial Footprint, que mide la cantidad de tierra (o mar) biológicamente productiva, necesaria para proveer los recursos y absorver las emisiones asociadas a un sistema productivo. La unidad de medida es en metros cuadrados o hectáreas globales.