El rendimiento a obtenerse oscila alrededor de los 8.000 kg por hectárea, pero sólo un 70% puede llegar a comercializarse como producto fresco.

Dado que existen diferentes variedades es posible adaptar el cultivo de los arándanos a muchos climas, si bien el mejor sabor se obtiene en los que crecen en regiones con días largos y noches frías, sobre todo en el momento de la maduración. Las condiciones ideales en general exigen bajas temperaturas invernales, siendo aquellas inferiores a los 7º durante una importante cantidad de horas, las que generan mejores resultados.

En cuanto al suelo ideal para la plantación, puede decirse que es el que reúne una importante acidez, un buen drenaje para permitir el desarrollo de su sistema de raíces, y una abundante materia orgánica. Dentro de estas condiciones sólo resta un buen sistema de riego que le asegure a las raíces una humedad constante y medida para que la producción resulte exitosa.

La difusión de las propiedades de los arándanos a partir de las definiciones de FDA (Food and Drug Adminsitration) entre las que se destacan su bajo contenido de grasas y sodio, su cantidad de fibras y vitaminas, de potasio y vitamina C, ha incentivado el consumo del fruto y en consecuencia, el cultivo por parte de grandes y pequeños productores del hemisferio sur.

 


   

Conocido el arándano en el hemisferio norte desde hace cientos de años, tal como dijimos anteriormente, es fácil comprender que EEUU, Canadá y países europeos son los principales productores. Pero dada la cantidad demandada del fruto y los períodos estacionales aptos para su cultivo, Chile, Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica concentran la producción en los meses de enero y febrero en lo que se denomina “contra-estación”.

En nuestro país, la incursión en el cultivo del arándano puede considerarse reciente (de unos 15 años aproximadamente), con unas 1000 hectáreas trabajadas en la provincia de Buenos Aires, Entre Ríos, Patagonia, y también en el Norte, en Tucumán.