Según las estadísticas internacionales más del 10% de los medicamentos que se comercializan en el mundo son medicamentos falsificados. Estas cifras afectan no sólo a los países en desarrollo sino también a los altamente desarrollados e incluyen medicamentos de alto costo y de gran demanda. En este marco ¿cómo hacen los pacientes para reconocer entre verdadero o falso?

       
 
“Verdadero o Falso” es una pregunta que nos remite inmediatamente a un acertijo, a un juego, tal vez a una prueba de conocimientos o al test de alguna revista de entretenimientos. Sin embargo, cuando se trata de medicamentos, escuchar “verdadero o falso” genera una fuerte sensación de desconfianza y miedo.

Ninguna persona que goza de buena salud y que se siente con toda la vitalidad que necesita para vivir entra a una farmacia a comprar un analgésico o un antibiótico. Menos aún pasa un período de internación recibiendo sueros o medicaciones inyectables. El consumo de medicamentos en líneas generales deriva de un malestar, de una dolencia, de un problema físico que requiere su curación o al menos su alivio, situación en la cual el paciente se vuelve más sensible y más vulnerable.

 

 

Pero es cierto también que en la actualidad la venta de medicamentos ha traspasado el ámbito de las farmacias y ha llegado a otro tipo de comercios minoristas que ostentan en sus estanterías cajas y frascos conocidos como de “venta libre”. Los medicamentos de “venta libre” comercializados fuera de las farmacias alcanzan en nuestro país el 20% del total vendido y no dejan de significar un riesgo para los consumidores que pueden acceder a ellos con total facilidad. Un dolor de cabeza, un resfrío “sin importancia”, la pesadez digestiva por algún exceso de comida, o la simple sensación de sueño de un trasnochador que necesita estar despierto en su trabajo se resuelven a diario consumiendo tal o cual remedio comprado al pasar en el quiosco o en el autoservicio más cercano. Y resuelto el problema nadie se pregunta por el origen y la autenticidad de eso que tomó.