El consumidor argentino en líneas generales ha aprendido con las crisis nacionales e internacionales, con los cambios propuestos por las cadenas minoristas y con las nuevas modalidades que ha aportado la tecnología, a valerse de distintas estrategias para continuar accediendo a un consumismo que forma parte de sus hábitos de vida. Hoy las tendencias de compra en diferentes rubros y en respuesta a las propuestas de los minoristas son motivo de análisis de las consultoras especializadas y son además, el detonante de una nueva dinámica del marketing y la comercialización.



 

 

Cada período político-económico fue para la
comercialización una nueva experiencia y de esa experiencia el consumidor salió enormemente fortalecido.

Los primeros años en los cuales el bolsillo argentino se sintió golpeado por una fuerte inflación y por la falta del pequeño crédito, la gente se atemorizaba y dudaba a la hora de abrir su billetera. Después poco a poco consideró que ante la pérdida de valor del dinero la provisión de todo tipo de productos podía ser una buena forma de salvarse. Cuando faltaron productos en las góndolas de los supermercados las amas de casa corrían para alcanzar el último envase fuera cual fuese la marca porque en la mesa no debía haber faltantes. Si las vidrieras se saturaban de artículos de importación todos miraban la procedencia de cada artículo y buscaban aquel que tuviera el diseño más novedoso.


     
   



En las últimas décadas nuestro país ha ido adoptando las modalidades del consumismo occidental pero los diferentes momentos políticos y económicos que se fueron dando motivaron cambios en la conducta del consumidor. Hubo períodos de “plata dulce” en los cuales para una parte de la población todo era accesible; hubo períodos de desabastecimiento que obligaron a proveerse de lo necesario sin poder privilegiar una marca; hubo períodos invadidos por productos de importación y otros marcados por una amarga recesión.