algunas diferencias. Aquellas economías (como por ejemplo, las de México, Chile y Brasil) que han “hecho los deberes” durante los últimos años, tienen mayores márgenes para actuar contra cíclicamente, sin que ello signifique poner en riesgo ni la posición fiscal (algo sumamente peligroso, en un contexto de elevada restricción crediticia a nivel global) ni la estabilidad nominal de la economía. En esos casos, muy probablemente, la desaceleración (o incluso caída) de la actividad económica será mucho más moderada, y la recuperación post crisis también mucho más rápida. 

 

7 - ¿Cuáles piensa que podrían ser las políticas que los gobiernos deberían adoptar para paliar la crisis en el corto y en el largo plazo?

D: A nivel Latinoamérica, los esfuerzos hoy en día deberían estar en general más enfocados en generar certidumbre y previsibilidad en el manejo de la tormenta que

 

 

 

 

 

 

 

  

en intentar contrarrestar los efectos negativos que la crisis puede tener en el corto plazo sobre los ingresos, el consumo y el nivel de actividad económica. En la mayoría de los casos, y en especial dentro de aquellas economías con credibilidad relativamente baja (grupo dentro del cual se encuentra Argentina), la consigna debería ser “administrar la desaceleración” de la actividad económica y no intentar “evitar la desaceleración” del ritmo de expansión del producto. La elección de esta última alternativa podría terminar generando al final del proceso más daño que el que se pretende evitar.
Por supuesto, aquellos países de la región que son confiables (no sólo a los ojos de los mercados sino principalmente, a los ojos de los ciudadanos que lo habitan) pueden darse el lujo mediante políticas de ingresos, crediticias y fiscales, de intentar atacar las consecuencias inmediatas de la crisis, tratando de morigerar los efectos negativos en el corto plazo. El plan de obras públicas lanzado, si se administra bien, se monitorea y realmente se cumple, puede ser un motor interesante para el despegue.