las etapas, la mano de obra especializada y la tecnología más avanzada apuntan a la máxima eficiencia para obtener del chocolate lo que el mercado exige: un producto de calidad que sea merecedor de una buena imagen de marca del país de origen al que representa. Pero la comercialización del grano de cacao y de la pasta o la manteca derivadas, no se limita a la industria del chocolate en tabletas; el cacao como materia prima abre una variada gama de posibilidades para la industria de las golosinas, de la repostería, pastelería, heladería, etc., y despliega una red de elaboración y ventas que va desde el pequeño emprendimiento de carácter local hasta la empresa multinacional con incontables artículos presentes en los comercios de todo el mundo.
Los pobladores europeos que con el correr del tiempo incorporaron el chocolate a su cultura, aprendieron a consumirlo en múltiples variedades y recetas y aprendieron a hacer de él una fuente de trabajo muchas veces de tipo totalmente artesanal. A fines del s/XIX, muchos de esos pobladores llegaron a América buscando una tierra próspera que les permitiera trabajar dignamente y criar a sus hijos con menos apremios. Fue entonces cuando comenzó el trazado de una nueva ruta del chocolate. El sur argentino, más precisamente la zona cordillerana, se caracterizó por ser el marco del asentamiento de parte de la corriente inmigratoria europea que vino al |
país a fines del 1800. Allí llegaron galeses, suizos, italianos, austríacos, entre otros, todos dispuestos a empezar una nueva vida fundada sobre la simiente de cuanto componía su bagaje cultural. Todos amantes y respetuosos de la cocina de sus ancestros y en particular de la repostería y sus técnicas de elaboración. La Patagonia, región enmarcada entre lagos y montañas, rodeada de bosques de coníferas, y con un clima de frío riguroso en el invierno y apacible en el verano, recibió a sus nuevos habitantes y pronto comenzó su crecimiento y también el desarrollo de una producción artesanal que la caracterizaría hasta nuestros días. Tejidos, maderas, cerámicas, dulces y chocolates, dieron trabajo a las familias que unieron productos y técnicas del lugar a sus propias costumbres europeas. Hoy ¿quién en un día de frío, en medio de un paseo, no se sienta a tomar un chocolate caliente o a saborear una típica barrita de chocolate artesanal? ¿quién, a su regreso del sur, no trae para familiares y amigos una caja de chocolates surtidos?
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