Jabón Duplex, el primer producto vendido con código de barras

   
A 30 años de la implementación en el país del código de barras, Alejandro Justiniano, ex Director Comercial de Llauró e Hijos, habla de lo que significó la nueva tecnología para el consumo masivo.


  El Jabón Duplex fue el primer producto vendido en Argentina con código de barras. En ese entonces los supermercados comenzaban a expandir sus sucursales por todo el país y los consumidores encontraban una nueva modalidad de compras que les permitía acercarse a los productos de una manera diferente.

La exposición en góndolas de productos alineados por categorías, la confrontación de marcas y presentaciones, la posibilidad de comparar precios y propiedades, fue ganando clientes que además, encontraban en los supermercados comodidad para sus compras y un nuevo tipo de servicio. Sin embargo la parte negativa del proceso se producía al llegar el changuito a la línea de cajas, porque las empleadas debían cargar manualmente el precio, artículo por artículo. La tarea era lenta y muchas veces daba lugar a errores involuntarios de lectura o digitación que se traducían en quejas y demoras innecesarias.

La llegada del código de barras fue para el consumo masivo la llegada de una nueva era, la de la captura automática de datos, la de la eficiencia, la de nuevos caminos operativos hacia adentro y hacia afuera
 

de las empresas minoristas y sus proveedores. Hoy, Alejandro Justiniano, ex Director Comercial de Llauró e Hijos cuenta el antes y el después de aquel momento.


A 30 años de la llegada de GS1 a nuestro país ¿cómo sintetizaría lo que sucedió en el sector del consumo masivo con la irrupción del código de barras?

Alejandro Justiniano: Fue espectacular. Sin embargo, al principio no había un convencimiento generalizado de sus bondades. Supermercados Toledo en Mar del Plata, Tigre en Rosario y Americanos en Córdoba, fueron de a poco incursionando, pero lo que terminó de movilizar a los más reacios fue el proceso inflacionario de entonces que desencadenó una hiperinflación dentro de la cual los supermercados no daban abasto para remarcar precios, con ingentes esfuerzos de promotoras y horas extras. Diría que fue un antes y un después en la operación comercial. Tanto que hoy, 30 años más tarde, se sigue haciendo hincapié en la calidad de lectura por los beneficios que trae aparejados y los inconvenientes que acarrea cuando su lectura no es óptima.