Hace miles de años en China ya se conocía la Camelia Sinensis o planta de té, y también ya se la utilizaba para hacer una infusión que se bebía en todo el país. Si bien muchas son las leyendas que circulan acerca del origen del té, hay una que dice que el emperador Shen Yung siempre hervía el agua que tomaba, y que un día mientras estaba sentado bajo un árbol una hoja cayó en su cuenco. Shen Yung bebió el agua y se sintió tan bien que adoptó la infusión y la convirtió en el primer té. Sin embargo, fue durante la dinastía Tang que comenzó la costumbre de utilizar el té como parte de un ritual y de ceremonias sociales que muy pronto se extendieron hacia los pueblos mongoles, tártaros, turcos y los nómadas tibetanos.

Las rutas que Europa abrió hacia Oriente ya sea por razones comerciales o religiosas descubrieron esta bebida principalmente a través de las narraciones de los portugueses, pero su entrada junto con otros productos para el consumo de los distintos pueblos estuvo en manos de los holandeses. Así el té llegó a Inglaterra, aunque durante mucho tiempo la bebida fue sólo accesible para las clases adineradas

dado el alto costo que había alcanzado en el mercado europeo.

LA CEREMONIA DEL TE

La difusión del té llegó también a Japón, donde nació un ritual o ceremonia que tiene que ver con la vida espiritual y social. La ceremonia del té de Japón se celebra generalmente en una casa que se denomina sukiya o casa de té, y que debe estar ubicada en un lugar arbolado. Los utensilios que se utilizan tienen también gran importancia: la tetera o cha-wan, el recipiente para beber o cha-ire, el cucharón para servirlo o cha-shaku.

Durante la ceremonia es muy importante la ropa que visten hombres y mujeres, y mientras se lleva a cabo la celebración se toman diferentes preparaciones de diferentes clases de té.