Que un producto llegue a manos de un consumidor implica un largo y complejo camino que se inicia con el trabajo directo del hombre sobre los frutos de la naturaleza, sigue luego con procesos de elaboración para los cuales se seleccionan diferentes materias primas, continúa más tarde con una etapa de envasado y empaque, y culmina con un ciclo de transporte y distribución que le permite alcanzar la góndola de un local minorista. Una vez allí, el consumidor final decide su compra, efectúa el pago correspondiente, y solicita una bolsa para llevarlo hasta su mesa. La bolsa por lo general es de algún material sintético.

Durante muchos años las cadenas de abastecimiento cumplieron rigurosamente con cada uno de los pasos de producción y comercialización y los consumidores sólo se ocuparon de comprar aquello que les resultaba conveniente, ambos tal vez creyendo que los bienes surgían en forma espontánea de una naturaleza inagotable y capaz de absorber sin quejas todos los desechos que le arrojaran.
Pero un día el planeta dijo basta y fue entonces cuando los estudiosos y los científicos observaron que el clima comenzaba a cambiar y que las fuentes naturales se estaban agotando. A partir de ese momento comenzó a crecer la