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Competir en el nuevo esquema de mercado apuntando a una diferenciación de calidad requiere como herramienta principal el conocimiento de los consumidores que son los que determinan con su elección el éxito o el fracaso de cada emprendimiento. De ese conocimiento participa todo el capital intelectual de la empresa, entendiéndose como tal los conocimientos y capacidades individuales, los procesos y métodos de trabajo, la marca y las características distintivas del producto o servicio ofrecido. La diferenciación de calidad necesita también de una constante investigación e innovación que sume nuevos valores capaces de convertirse en un atractivo insustituible, para lo cual materiales, procesos, diseños y funcionalidades, deben estar integrados en una reingeniería de producción. Pero nada de esto sería posible sin la otra herramienta de la cual depende todo el funcionamiento de una empresa: la tecnología. La tecnología, presente en un simple aparato telefónico desde el cual se establece una comunicación, en la maquinaria necesaria para la fabricación de un producto o en los elementos de escritorio del área administrativa, determina la estrategia de la organización y una adaptación permanente de quienes trabajan y deben hacer uso de ella. Y en la medida que esa tecnología cambia, se van automatizando sistemas y rutinas, se van perfeccionando procesos y se van integrando soluciones. |
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ESTANDARES QUE FACILITARON LA TAREA Cuando en una política competitiva además de la diferenciación en calidad una empresa aspira a la diferenciación en precio, la tecnología juega un rol insustituible. Sin ella ese objetivo es un imposible. Para competir con un producto o servicio diferenciado por su precio, el punto de partida es la reducción de los costos, lo que equivale a encontrar los medios que garanticen soluciones seguras, precisas y eficientes a un menor valor. Cuando hace casi 30 años comenzó a implementarse en el mundo la tecnología estándar y más precisamente cuando el código de barras irrumpió como respuesta a la identificación global de productos y se adoptó y generalizó la captura automática de información, los procesos logísticos y comerciales se simplificaron y se redujeron sustancialmente los costos. El código de barras que en su inicio fue utilizado por la industria minorista para la identificación de productos de consumo masivo, demostró muy pronto su capacidad para la automatización de tareas, y los beneficios a los que podía accederse con su aplicación, por lo que poco a poco fue incorporado en sectores como el textil, el farmacéutico, el editorial, etc. Así, desde Europa bajo la denominación EAN y desde Estados Unidos y Canadá como sistema UCC, el código de barras adquirió un formato estándar (hoy bajo el nombre unificado de Sistema GS1) que permitió que el mundo hablara un mismo y único lenguaje para la concreción de los negocios y que cada cadena de suministro se integrara para buscar soluciones a través de él aún para los problemas más complejos. De la mano de la tecnología más avanzada los últimos años del siglo XX también vieron nacer el Intercambio Electrónico de Documentos (EDI) con el cual se pudo transmitir y recibir información comercial en cuestión de minutos entre dos sistemas computarizados. El reemplazo de la documentación en papel significó un importante ahorro de costos antes destinados al circuito administrativo y logístico |
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