![]() |
|
|||||
![]() |
|
Al ritmo del progreso general y la globalización de los últimos años y paralelamente a un mercado de consumo pujante y creciente, fue abriéndose paso en nuestro país una nueva actividad: la compra-venta de empresas que transformó a algunas ya poderosas en gigantes de apariencia invencible. Frente a esta realidad, las medianas empresas, las pequeñas y las familiares quedaron expuestas a una condición que muchas veces pareció insostenible, pero que para no sucumbir las obligó a reformular su estrategia de competitividad. La competencia
como reto ante los consumidores no sólo se ha planteado desafiando
a las empresas dentro del ámbito del país, sino también
llegando desde fuera con marcas, calidades y estilos de productos
que ejercieron una fuerte presión y exigieron la diferenciación
y la renovación de los que pretendían no ceder su terreno.
Así, con un sentido de recreación de sí mismos,
proveedores y minoristas reaccionaron casi en forma inmediata y apoyados
por la difusión de herramientas tecnológicas aptas para
empresas
|
de todas las jerarquías, por la adopción de las mejores prácticas de producción y comercialización y por mecanismos de colaboración y trabajo coordinado, continuaron ganando clientes y consolidando su permanencia a la par de los más grandes competidores.
La política
de una competencia “sana” es el único camino posible hacia el
progreso y la renovación porque competir para avanzar no es un
desafío personal que signifique derrotar enemigos, sino por el
contrario es transitar sabiendo que hay alguien más que a un
mismo ritmo hace una oferta diferente. En este marco y a partir de la
revolución producida por el desarrollo de las comunicaciones
y la información, las empresas han comenzado a conocerse y a
integrarse dentro de cada cadena de valor en búsqueda de parámetros
de calidad y eficiencia. Avanzar colaborativamente fue una de las consignas
|
||
Para
descargar el Boletín número 49 completo, podrá hacerlo en formato PDF
desde el siguiente hipervínculo: BOLETIN
49