El poder de
...........las marcas

El prestigio que las marcas dan a los productos y la fuerza que han ido cobrando con el correr del tiempo, ha contribuido a desarrollar una nueva modalidad de venta que ya no se apoya en la participación de los vendedores, sino que se basa en la presencia de una identidad reconocida que se destaca de la competencia y que conquista al consumidor.

¿Cómo se define una marca?

Según el diccionario de la Real Academia, marca es la señal hecha en una persona, animal o cosa, para distinguirla de otra, o denotar calidad o pertenencia. Si partimos del análisis de esta definición, encontramos allí sin ahondar más, todos los elementos que delimitan y caracterizan al concepto “marca” aplicado a un producto para su comercialización.

En primer lugar observamos que marca implica distinguir una cosa de otra. Así al determinar el nombre de un producto, estamos buscando el modo de darlo a conocer y de diferenciarlo de aquellos otros similares de la competencia. En segundo lugar, la definición habla de denotar calidad. Denotar la calidad es la propiedad que tiene una marca, a partir del reconocimiento del mercado, de resumir con su sola mención el contenido del producto. Y en tercer lugar, la definición del término marca apunta a la pertenencia. Pertenencia significa que la marca se identifica con la empresa que la respalda y con el poder de propiedad que esta última ejerce sobre ella.



¿Cómo mide el consumidor el valor de una
marca?

El consumidor de cualquier producto del mercado, más allá de su exigencia personal y su sentido del gusto, maneja la selección de marcas de un modo totalmente subjetivo. ¿Porqué? Porque un producto está inmerso en una suma de elementos que lo complementan y lo caracterizan, como diseño, envase, colores, texturas, y conjuntamente con todo eso, en una trayectoria que lo respalda.

La marca, lanzada y respaldada por la empresa productora a través de la publicidad, apela al sentido de la emoción, porque habla de seguridad y garantía, de calidad y prestigio. Este sentido de la emoción del consumidor va creando con el hábito de uso del producto, una carga afectiva que se activa a su sola mención o a la simple vista de la imagen de la marca que lo representa.



¿Qué elementos constituyen la imagen de la marca?

Si como dijimos al definir el término “marca”: marca es una señal, debemos conocer qué elementos forman parte de esa señal. En primer lugar, para identificar un producto y distinguirlo en el mercado, se le elige un nombre, comúnmente denominado “nombre de fantasía”. Ese nombre, deberá ser lo suficientemente significativo como para que el público pueda recordarlo y asociarlo sin dificultad, y es el primer componente de la marca. En segundo lugar, el “nombre de fantasía” exige una

 

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representación gráfica o logotipo, que incluye un diseño, una tipografía, un color. Este logotipo suele acompañarse por un tercer elemento que está constituido por un fondo de color, dibujos o representaciones que completan la imagen de la marca.

Nombre, logotipo y gráfica, son los tres elementos que hacen al aspecto material de la imagen de marca y los tres constituyen la representación visual que un consumidor tiene grabada en su memoria cuando sale en busca de un producto. Sin esos elementos, el consumidor no tendría una orientación clara y una capacidad de elección rápida, y la empresa productora no contaría con un mercado que le garantice su continuidad de fabricación y que lo comprometa a defender su posición y a evolucionar frente a la competencia.


¿Qué sucede cuando la marca elegida no está en la góndola?

El consumidor del s/XXI, a partir de la diversidad de ofertas del mercado, del ritmo de su vida cotidiana y de la presión que ejerce con su poder de decisión, ha alcanzado una magnitud que merece cierta atención. El consumidor del s/XXI no se deja engañar por publicidades tentadoras, no compra productos que pongan en riesgo su seguridad; exige calidad y servicio. Y un servicio que exige a la cadena minorista donde habitualmente hace sus compras, es que esta siempre cuente en góndola con la marca de su preferencia. La falta de un producto en góndola, más específicamente de un producto de marca, no solamente genera una mala imagen de negocio, sino además provoca una pérdida en las ventas, pérdida que siente primero el minorista y luego el proveedor.

GS1 Argentina, consciente de este problema y contando con las herramientas y la capacidad necesarias para profundizar su análisis, ha desarrollado desde el año 2001 una propuesta de medición que viene poniendo en práctica en forma anual y que ha arrojado importantes resultados.

Respuesta del consumidor sobre su reacción ante la falta del producto que buscaba en el supermercado. Estudio FMG 2004, GS1 Argentina.

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