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Podríamos continuar con la presentación de casos de implementaciones de EPC RFID, y así como sería de inagotable su número lo sería el de los sectores que cada día se suman a la nueva tecnología.
En verdad ya no corresponde hablar de nueva tecnología porque han pasado varios años desde que se escuchara hablar de un posible sucesor del código de barras, de un sistema de identificación capaz de avisar al repositor de una góndola que un producto está por agotarse, de un código que podría ser leído en una línea de cajas sin mover ningún artículo del changuito del cliente. También pasó bastante tiempo desde que se temía por algún posible riesgo para la salud asociado con las ondas de radiofrecuencia, o por la pérdida de la seguridad individual ante un producto que llevado a nuestra casa contenía una etiqueta con gran cantidad de información, o por los inconvenientes de lectura ante tal o cual material.
Lo cierto es que pasado aquel primer momento de inquietud ante la novedad, el sistema de identificación por radiofrecuencia, y más específicamente el Código Electrónico de Producto, ha ido ganando un espacio cada vez mayor en diferentes sectores de la industria y el comercio, y ha ido demostrando la multiplicidad de beneficios que genera desde el momento mismo de su implementación.
El sector textil, el de la salud abarcando desde el laboratorio y la farmacia hasta el hospital, el aeroespacial, el de logística, el de seguridad, el de
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combustibles, y muchos otros más, se han ido animando a invertir en un nuevo modo de identificación que resuelve no sólo la captura automática de datos sino a partir de ella la trazabilidad, los controles de stock o los seguimientos de procesos operativos.
Y por último, ante el posible cuestionamiento de aquellos interesados que se preguntan si el desafío de la radiofrecuencia no es demasiado grande para ellos, baste recordar nuestra entrevista a Daniel Mus Esbri, Director de Logística de Hush Puppies, España, (ver Boletín En Línea Nº 70), en la cual cuando le preguntamos ¿Cuál es el balance entre el resultado que obtuvieron y el costo invertido?, nos respondió: “ La visión que tenemos del costo a veces es desproporcionada; el costo del tag vimos que se podía integrar dentro del precio del zapato. El costo del tag en sí no nos suponía ningún problema, el costo de la inversión del proyecto era más elevado; pero comparamos tiempos, resultados, eficiencias, que son cosas no tangibles, que no se pueden cuantificar, y que a la larga demuestran los beneficios que dan. Y estoy seguro en un 100% que los directivos de la empresa también están de acuerdo porque han detectado que los errores que teníamos como cuellos de botella los hemos superado, y eso ha repercutido en un mayor volumen de ventas, en un mayor beneficio, y en una mayor eficiencia de los procesos que se realizan en el interior de la empresa”. 
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