A la hora de comer el hombre siempre tuvo que procurarse alimentos. Qué y cómo, dependió del período histórico y del lugar en el que le tocó vivir.
 


La provisión de alimentos para la familia fue una de las prioridades del hombre desde su origen mismo, y el punto de partida de una evolución a través de la cual aprendió a conservarlos y procesarlos según cada necesidad. De este modo, con el correr del tiempo fueron conformándose hábitos y características representantivas de las diferentes sociedades y culturas.

Las civilizaciones más desarrolladas que han dejado testimonios de sus costumbres, nos permiten saber hoy cómo se alimentaban y qué importancia tenían los comestibles en el pasado. Así, por ejemplo, sabemos que los egipcios ya conocían las formas de conservación de carnes, entre las que utilizaban el salado y el secado, que las comidas llegaron a constituir para ellos algo más que una necesidad y que fueron entre otras cosas motivo de celebraciones y reuniones sociales.

Para el pueblo griego, la base de la alimentación estaba dada por el pescado, los cereales, muy pocos vegetales y algo de frutas, particularmente las secas. En cambio los romanos, a medida que el imperio extendía sus dominios, incorporaron una enorme variedad de productos y dieron rienda suelta a los banquetes para los cuales la comida no sólo importaba por su condición alimenticia sino también por su variedad, sabor y por la ornamentación con que se la presentaba.


NUEVAS COSTUMBRES

Las necesidades de alimentación durante las guerras y de conservación de productos de muy corta vida útil, dieron lugar a que desde fines del s/XVIII el hombre comenzara a probar distintos métodos para inhibir el desarrollo de microbios en los comestibles y su descomposición. Pasaron muchos años hasta que en el s/XIX llegaran a envasarse los alimentos, primero en frascos de vidrio y luego en latas, y fue recién hacia fines del siglo y pese a la resistencia general, que la comercialización de carnes, frutas y verduras enlatadas alcanzó un desarrollo verdaderamente importante.

Las nuevas posibilidades de envasado permitieron que también las bebidas pudieran dejar de venderse en forma suelta y que se desarrollara una industria hasta entonces desconocida de envases y presentaciones. La tecnología por su parte, aportó a la conservación de alimentos la fabricación de hielo y los sistemas frigoríficos y de refrigeración, dando lugar luego al nacimiento de la heladera de tipo doméstico.

Indudablemente las innovaciones comenzaron a sucederse en forma encadenada, y el comercio aprovechó todos los cambios para crecer y ofrecer sus nuevas propuestas.

 

 
 
   


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