En nuestra nota anterior sobre PyMEs (Boletín 43), hemos resaltado la importancia que este sector tiene sobre la economía del país, tanto por el alto porcentaje de empresas que lo integran como por el rol que juegan frente a la creación de puestos de trabajo. También hemos puntualizado la modalidad de clasificación y delimitación entre micro, pequeñas y medianas empresas según la Subsecretaría PyMEs de nuestro país. En esta segunda parte del artículo, analizaremos otros aspectos como por ejemplo la importancia de la adopción de nuevas estrategias de competitividad, de capacitación y de asociación.

La actividad de una empresa parte del principio de competitividad, lo que quiere decir que parte de la inserción en un mercado en el cual ya muchas otras empresas están activas con productos o servicios semejantes. Cuando la nueva empresa es una PyME el esfuerzo por ganar un lugar implica que en su entorno no sólo encontrará competidores de su misma dimensión, sino otros que serán grandes empresas con estructuras de gestión consolidadas, con estrategias de comercialización internacionales y con herramientas y tecnología de primer nivel.

Frente a las grandes empresas, la PyME pareciera tener muchas desventajas pero en cambio tiene muchas ventajas. Una PyME por ejemplo, no cuenta con gran capacidad de capital y de crédito para respaldar innovaciones y cambios, no puede permitirse errores ante nuevos emprendimientos, no puede hacer grandes inversiones en asesorías y procesos de expansión; en definitiva, no puede arriesgar. Sin embargo, su estructura le permite manejarse con una mayor libertad y dinamismo, porque no tiene un esquema de organización interna basado en políticas fijas, definidas y provenientes de una sede central muchas veces residente en el exterior.